lunes, 9 de diciembre de 2024

De frente al Sol como el Girasol.

 De frente al Sol como el Girasol.

A mi padres que les debo tanto.

Capítulo 2. Entre pétalos y espinas

Con el miedo al hombro y con pies apresurados, Susy salía de casa, repasando las recomendaciones de su madre una y otra vez luego de recibir la bendición para que Dios la protegiera de todo mal. En su camino, y con sus apenas 11 años, tenía que aprender a escoger a las personas para poder pasar la autopista, por ejemplo, o aprender a reconocer cada letrero de publicidad y así identificar si la ruta era la adecuada. Su hermano poco a poco la fue instruyendo para defenderse sola de camino al Caserón. Además, tenía que encomendarse a Dios y enfrentar la vergüenza de que el conductor del bus no se diera cuenta que el pasaje estaba incompleto y no la fuese a bajar. Aquella tarde en particular, Susy se había almorzado una avena y un pan, salió de del caserón rumbo al colegio, siempre debía esperar casi una hora el transporte, de pronto un hombre mayor la aborda preguntándole –¿te tomas un refresco?  -yo invito, prosiguió si dejarla responder. Susy siento entre susto y desconcierto al ver la cara del hombre desconocido, -No gracias señor, respondió Susy en tono amable, aunque algo temerosa.  El sol estaba inclemente, el calor exprimía la conciencia y la falta de posibilidades para que degustar algo que estaba muy lejos de sus posibilidades, la hizo dudar, nuevamente los consejos de su madre revolotean la cabeza de Susy…”cuando la madre de uno no está a nuestro lado, la madre es uno mismo”, con estas palabras sabias Susy sabía que debía aprender a diferenciar entre lo bueno y lo malo.

Por fin llego el bús y Susy, pensó que se había librado de aquel molesto hombre, subió al autobús y se ubicó en la ventanilla como siempre se lo indicaba su hermano, pero lo que no sabía era lo que le esperaba. Aquel hombre podrido por dentro, la había seguido y también abordó el mismo bus, se sentó a su lado y comenzó a mirarla con ojos extraños que Susy no comprendía, ella, hasta ese momento, solo pensaba en lo injusta que era la vida, porque debía aprenderse a cuidar sola y tratar de memorizar la ruta del bus y la parada para bajarse, en lugar de ir de la mano de sus padres, pero cada uno de ellos luchaba por abrirse paso en la vida y enfrentar las consecuencias de una separación. Susy veía como sus compañeras de escuela hablaban de lo bonito que era salir al parque, a la playa o a la “ciudad de hierro” a disfrutar en familia, ella por el contrario escondía sus anhelos, sueños frustrados y miedos ahogándolos con sus lágrimas en la almohada.  

Mientras sus pensamientos divagaban, Susy sienta la mano pesada y fría del hombre desconocido en su pierna, al momento mismo que la miraba fija como dándole la orden que callara sin musitar palabra; Susy asustada por la reacción del hombre, se quedó helada, no podía mover un músculo, el hombre avanzaba su mano por la entrepierna, pero Susy no pudo más y se levantó apresurada de la silla y sofocada pidió la parada mucho antes de su destino. Sin mirar atrás Susy corrió con todas sus fuerzas y no era capaz de considerar detenerse y contarle a alguien la infamia de la que había sido víctima, con los ojos llenos de llanto logró alzar la mirada y reconocer el camino que le conduciría a su escuela, apresuró aún más su paso y logro entrar callada, hiperventilando, con lágrimas derramándose por las mejillas, pero a salvo.  Susy jamás le contó a nadie, no quería preocupar a sus padres ni hermanos, pero el terror que sentía cada vez que llegaba a la estación del bus, era indescriptible, se aferró a su fe y a la confianza puesta en Dios, Susy siempre había sido una niña muy devota, gracias a la educación de su madre y las creencias religiosas de su padre. Susy vivía pensando que había siempre un Dios que la libraba de todo mal. En las oraciones antes de dormir, escuchaba atenta cuando su madre pedía al todo poderoso que librara a sus hijos de todo mal, sin sospechar lo que les tocaba enfrentar. Aún ese miedo que vivió latente en la mente de Susy no le impidió que se forjara sueños y se trazara metas. Por ello estaba agradecida con sus padres, que, aunque separados, siempre trataban de aconsejar a sus hijos para que salieran adelante.

 

Una mañana hermosa, con vientos fuertes, los rayos entre amarillo y pinceladas violeta, avisaban que ese día y ese momento serían inolvidables para Susy, ya que daría inicio a sus estudios de secundaria. Hasta esa parte de su vida Susy lo vive con orgullo el haber cumplido un sueño de ser parte de una institución educativa que sólo los más astutos estudiantes, podrían ingresar.

Su padre, pasó dos días enteros tratando de conseguir inscribirla y luego al lograrlo, le recalcó la responsabilidad de no defraudarlo, y cómo hacerlo, si Susy cada vez que pasaba por esa institución, veía la “manta azul”, como Susy le llamaba al observar la cantidad de estudiantes que pertenecían a dicha institución y que portaban el uniforme de color azul y ella soñaba ser parte de esa familia. A Susy siempre le gustaba estudiar, sus padres, aunque no realizaron sus estudios profesionales, siempre les recalcaban a ella y a sus hermanos que la única forma de mejorar la calidad de vida, era a través del estudio…Susy decía en su mente “lección aprendida”.  Fue así que esa mañana 27 de enero de 1986, Susy se sintió tan orgullosa de haber conseguido su primera meta. Esa institución la marcaría para toda su vida, ahí aprendió a tener amigas y que éstas se convirtieran en hermanas y a sentir la presencia de Dios a través de ángeles de paso que la ayudaban a ser más fuerte. Cuando a Susy le ocurría algo en el Caserón, ella sólo pensaba en llegar a su amado colegio y olvidar todo al lado de sus amigas Maku, Isa y Meb. Con ellas Susy compartió momentos inolvidables, algunos fueron gratos y otros no tanto, pero siempre contó con ellas y a falta de tener una familia como tal, las familias de sus amigas llegaron a integrar a Susy como parte de sus vidas. 




Capitulo #1. EL PATIO MÁGICO DEL CASERON.

Una figura femenina se muestra a la sombra de una ventana de vidrios grandes y simples; en una ciudad con prisa y casi sin valores, mientras la mujer fija su vista perdida en el horizonte, observa el vaivén de los árboles, danzando con una melodía hermosa y natural al compás del viento fuerte y determinado, obligándolos a moverse y a vencer su altivez, estos son acompañados por la lluvia espesa que con su poderío desafiante lucha por abrirse paso y mostrar su realeza y necesidad de llegar a la tierra para someterla a su bendición de fertilidad...ante esa majestuosidad se encuentra Susan quien atónita se obliga a evocar sus recuerdos, muchos años atrás, sentada en una ventana de madera con largos barrotes pintados de color marrón que hacían resaltar su pálida piel contrastándola con el tono oscuro de la pintura. Su larga cabellera rubio cenizo, le seguía el juego a la brisa constante que resoplaba; sus ojitos fijos encantados en el baile de los árboles y su suave sonrisa advierte que su inocencia le pide a gritos que no crezca y se quede para siempre en su infancia sencilla y a veces feliz.  
Susan tiene 4 años y le encanta sentarse en la ventana del Caserón, como le llamaba su madre a aquella casa vieja que alguna vez era una tienda. Tenia muchas puertas, pero no tenia divisiones los cuartos, solo donde dormían su mamá y su papá, el resto era un gran espacio y lo más llamativo era el ¨Patio Mágico del Caserón¨. Sin embargo a Susy le gustaba sentarse en aquella ventana y meter sus piernecitas por entre los barrotes y mecerlas mirando lo verde de los árboles que se vislumbran a lo lejos, no alcanza a imaginar hasta que alto crecerán y si siempre estarán ahí o si algún día morirán cansados de dar frutos o de simplemente dar sombra. Una voz se escucha lejos y obliga a Susan a interrumpir la admiración por la naturaleza.
-¡Susy!...ella inmediatamente reconoce el sonido de esa voz tan delicada y llena de amor, es la voz de su madre. 
-¡Susi!... nuevamente la escucha y de un salto se baja de la ventana y le responde a su madre 
-Dígame mami-
El sentimiento de admiración y amor hacia su madre es indescriptible, todos le llaman Gina, pero para  Susy nunca existirá otro nombre tan perfecto como "mami" .Gina la invita a que vaya a jugar al patio; un lugar mágico donde Susi se pasaba horas jugando a ser "grande", el patio era muy espacioso, en él habían plantas ornamentales y muchos árboles frutales, de guayaba, guanábana, mango y varias especies de coco. También había un gran árbol de níspero que tenía como misión proteger del sol a Gina para que ella pudiese quitarle las manchas y suciedades a las ropas de aquellas personas que buscaban en Gina sus prodigiosas manos y así dejarles sus vestiduras limpias y con una un gran aroma a frescura. 
Mientras Susi jugaba, Gina se concentraba en adelantar todos los oficios de la casa para luego dedicarse a ejercer su oficio de lavandera del barrio. 
Susy soñaba con tener zapatos altos y bonitos como veía a las mujeres elegantes y bonitas, no más que su mami, pero se veían triunfadoras en la vieja y deteriorada televisión a blanco y negro que había conseguido su papá. Fernando era maestro en obras y era un padre ausente, que llegaba a altas horas de la noche cuando Susy y sus dos hermanos ya se encontraban durmiendo escondidos entre los toldos (mosquiteros) como fuerte para evitar al ¨enemigo¨ ya que Fernando, era para Susi y sus escasos 4 años, casi que un desconocido, pues él llegaba  mientras que Susi estaba en brazos de Morfeo y se iba muy temprano, antes de que el sol apareciera. Esa rutina la hacía Fernando de lunes a sábado y uno que otro domingo se quedaba un poco más; sin embargo, lo cierto es que para la época, los padres eran ausentes a sus hijos porque eran quienes debían mostrar disciplina y no podían demostrar debilidad.  Para Susy su padre era un ser casi extraño pero por el que ella sentía un profundo amor, las circunstancias de ese tiempo obligaban a Susy a creer que su padre era un enemigo del que había que esconderse porque a veces llegaba con olor a licor, cigarrillos, y una mala actitud con Gina y con su hermano Fernandito, al que Susi le decía cariñosamente Dito¨. El era un chiquillo mayor que Susy 4 años¨, con un semblante travieso y muy endeble físicamente, Fernando llegaba borracho hacerle reclamos a Gina de todo lo que había pasado en la semana y de las travesuras que había hecho Dito, en muchas ocasiones orientado por la cizañas de sus hermanas y de su madre, a veces Susy arropada de pies a cabeza escuchaba los gritos de su hermanito y compinche de travesuras y juegos y no podía hacer nada porque pensaba que la forma de ayudar a su hermano era solo guardar silencio para que todo pasara tan rápido como sólo el tiempo y Dios lo pueden hacer. Sin embargo Gina, se enfrentaba cual Leona que protege a sus cachorros, y los gritos y a veces golpes aumentaban; esto ocasionaba una gran tristeza en Susy, una rebeldía en su hermanito y un aislamiento de su hermana mayor Paty o Patricia como era su nombre de pila, Paty era 5 años mayor que Susi y era el apoyo de Gina cuando toda la tormenta terminaba y solo quedaban los cuatro, Gina y sus tres bendiciones. Susy trataba de imaginarse en otro mundo, otra vida alejada de la violencia física y psicológica, pero más tarde la vida le enseñaría a Susy muchas cosas entre ellas que "no se puede escapar de quien se es"
Dando vueltas en el patio mágico, como lo veía Susy, no solo imaginaba ser grande y tener zapatos altos como sus metas y bonitos como sus sueños, también imaginaba tener un cargo importante y hablar con muchas personas. Además de las travesuras que hacia con su hermano Dito, en ese patio su hermana Paty jugaba con ella a la escuela y por ello pronto aprendería el valor del conocimiento, pues Paty le había enseñado las primeras letras, los primeros números y el maravilloso mundo de aprender. Gina se apresuró a convencer a Fernando que ya era hora para Susy de tener ese primer día de escuela, con él vendrían nuevas y maravillosas aventuras y ya quedarían atrás sus inagotables vueltas en el patio mágico, pues vendrían otros sueños otros escenarios y la profunda necesidad de crecer, de experimentar momentos lindos y otros no tanto y de aceptar la realidad por muy dura que parezca.

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