MODOS DE PRODUCCION
De acuerdo con Marx la combinación de
fuerzas y relaciones de producción significa que el modo en que las personas se
relacionan con el mundo físico y en que se relacionan socialmente entre ellas está
relacionado de manera necesaria y específica. La gente debe consumir para
sobrevivir y para consumir deben producir, y eso les lleva a relacionarse de
algún modo que existe independientemente de su voluntad.
En la producción social de su existencia, los
hombres entran en relaciones determinadas, necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción que corresponden a un grado determinado de
desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas
relaciones constituye la estructura económica de la sociedad, es decir, la base
real sobre la cual se alza una superestructura jurídica y política y a la cual
corresponden formas determinadas de la conciencia social. En general, el modo
de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y
espiritual de la vida. No es la conciencia de los hombres lo que determina su
ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su conciencia.
Para Marx el misterio de cómo y por qué existe un
determinado orden social y sus cambios debe buscarse en el modo específico de
producción que domina esa sociedad. Sostiene también que el modo de producción
da forma al modo en que se produce la distribución, la circulación y el
consumo, todo lo que constituye la esfera económica. Para entender el modo en
que la riqueza es distribuida y consumida es necesario saber cómo se produce.
Un modo de producción es para Marx históricamente
distinguible porque constituye una totalidad orgánica, un todo que se autor
reproduce durante siglos o milenios más o menos en las mismas condiciones
iniciales. Realizando una determinada forma de plustrabajo social en un
determinado sistema de relaciones de propiedad las clases trabajadoras reproducen constantemente los
fundamentos del orden social.
Las nuevas fuerzas productivas pueden entrar en
conflicto con el modo de producción existente, al llegar a una determinada fase
de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en
contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más
que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las
fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre
así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se
revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida
sobre ella.
La estructura de la sociedad, de acuerdo a esto, no
depende de los deseos ni de las intenciones de los hombres, ni de las ideas ni
de las teorías, ni de las formas del Estado ni del Derecho. El carácter y la
estructura de toda sociedad se hallan determinados por el modo de producción
imperante. Al cambiar este modo de producción, cambia también todo el régimen
social, cambian las ideas políticas, jurídicas, religiosas, artísticas,
filosóficas y cambian las instituciones correspondientes. El cambio de modo de
producción constituye una revolución.
El modo capitalista de producción, basado en la
propiedad privada sobre los medios de producción, determina la división de la
sociedad esencialmente en dos clases antagónicas, el proletariado y la
burguesía, en la que esta detenta la propiedad sobre los medios de producción y
el control de las relaciones sociales. Todas éstas, incluyendo las concepciones
políticas, jurídicas, religiosas o artísticas, así como las instituciones
sociales, políticas, jurídicas y de otro tipo, se hallan condicionadas, para el
marxismo, por el modo de producción capitalista.
LOS DISTINTOS
MODOS DE PRODUCCIÓN EN LA TEORÍA MARXISTA.
Por
comunismo primitivo, comunidad primitiva, o modo de producción primitivo, se
entiende, en la teoría marxista, como una etapa del desarrollo de las
formaciones económico-sociales, caracterizadas por el bajo nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas, la propiedad en común de los medios de producción
(la tierra y las herramientas rudimentarias) y la distribución igualitaria que
Marx definió como estadios de la evolución de la historia económica. La
comunidad primitiva data de 7000-2000 a. C.
Características
En el
primitivo, los seres humanos estaban organizados en grupos, dedicados a la
caza, pesca y recolección. La actividad productiva humana se basaba en la
cooperación simple. Para Karl Marx este tipo de asociación cooperativa era una
necesidad inevitable, debido al desamparo en que se encontraba el individuo
aislado en la naturaleza. Como consecuencia de su modo de vida, el humano
primitivo no concebía la posibilidad de la propiedad privada de la tierra y de
los demás medios de producción; pero lo que sí concebía era lo que Marx
describió en sus Manuscritos Económico-filosóficos de 1844 como "propiedad
privada general" que en el ejemplo de la comunidad de mujeres era una
especie de propiedad sexual de la comunidad hacia el cuerpo de la mujer. Con el
capitalismo esta se transforma en la "propiedad privada exclusiva"
que en este caso se denominó "matrimonio". Tan solo algunos
instrumentos y bienes les pertenecían en propiedad personal.
En el
comunismo primitivo la producción estaba directamente definida por las
necesidades colectivas, y entre el acto sustancial de la creación y lo creado
no había ninguna mediación social y, por tanto, ninguna ruptura epistemológica.
Esta
forma de vida corresponde al periodo que los pre-historiadores han denominado
Paleolítico, y no fue sino con el desarrollo de la agricultura y la ganadería,
realizado durante el Neolítico que permitió una primera especialización y
división social del trabajo, como describe el historiador Vere Gordon Childe
con sus conceptos de Revolución neolítica (en la que las aldeas campesinas aún
conservaban buena parte del igualitarismo social) y la posterior Revolución
urbana (cuando ya aparecen claramente las clases sociales y el poder político y
religioso).
El
desarrollo primitivo de las fuerzas productivas no creaba excedente alguno
después de cubrir las necesidades más perentorias, por lo tanto, era imposible
la acumulación de bienes. Como el desarrollo de las fuerzas productivas era
insuficiente para que el trabajo excedentario de unas personas liberara a otras
personas de la necesidad de trabajar, también era imposible la explotación.
Al ser
una sociedad basada en el auto abastecimiento, todas sus relaciones sociales
eran comunitarias, y al no ser una sociedad dividida en clases sociales no era
necesario ninguna clase de Estado para su regulación.
Este
modo de producción fue sustituido, dependiendo del lugar o la época, bien por
el modo de producción esclavista o bien por el modo de producción feudal, ya
fuera por desarrollo propio o como resultado de la conquista.
La
división del trabajo se hacía de acuerdo a la edad y al sexo, lo cual significa
que los niños y las mujeres realizaban trabajos que su estado físico les
permitiera.
La
teoría del matriarcado (hoy muy puesta en cuestión y matizada por la
antropología moderna) consideraba que en este tipo de sociedad la autoridad del
grupo la representaban las mujeres. Lo mismo ocurría con la práctica de la
poliandria (múltiples compañeros sexuales para cada mujer). Actualmente se
acepta la idea general de que eran comunes las sociedades matrilineales,
actualmente presente en culturas como la de los iroqueses. La antropología
nunca ha considerado que haya existido una sociedad matriarcal.
Las
herramientas de trabajo eran muy rudimentarias, pues estaban hechas de piedra,
madera o hueso.
Los
tipos de familia que se identificaron son las siguientes:
•
Con-sanguínea: Los grupos conyugales se separan por generaciones. Todos los
miembros de una misma generación pueden copular entre sí, estando prohibido
hacerlo con un miembro de la generación anterior (padres, tíos) o posterior
(hijos, sobrinos). • Punalúa: Aparece la prohibición de encuentros sexuales
dentro de la misma generación, primero entre hermanos uterinos y luego se
extiende a más grados (primos, primos segundos, etc). formándose grupos de
hermanas o primas que copulan con un grupo de hermanos o primos...
Al concepto de despotismo oriental ya
había sido expuesto por Karl Marx en su
cuaderno Formaciones económicas pre-capitalistas (1858),
"resultado de 15 años de investigaciones", en el cual establece las
formas históricas diversas mediante las cuales, la propiedad comunal original
humana, en la cual no hay propiedad privada de la tierra, pasó hasta la
propiedad privada del suelo y finalmente hasta la separación entre el productor
y la tierra, distinguiendo de la forma antigua romana y de
la germánica, una forma asiática original.
Para el autor la comunidad misma representa la
primera gran fuerza productiva. Las condiciones objetivas impusieron la unidad
de las comunidades para empresas comunes como las canalizaciones de agua, las
vías de comunicación e intercambio o la guerra para asegurar un territorio para
la subsistencia. Esta unidad en la medida que se perpetuó y se hizo
indispensable, apareció distinta y por encima de las muchas comunidades,
convirtiéndose como tal en el verdadero propietario de todo. La unidad suprema
terminó encarnada en el déspota (Faraón, Emperador, Zar, Inca, Rey, tlatoani), gran padre de numerosas
comunidades, al que se liga de una u otra manera a la divinidad. Entonces la unidad
suprema sistematiza la apropiación del plusproducto, que toma la forma de
tributo o de trabajos colectivos para el déspota y la élite.
Este sistema llegó a su "penetración" y
expansión instaurado por centros soberanos tras sucesivas
guerras y conquistas, tanto en Asia, como en el antiguo Egipto, México o Perú. John V. Murra (1955)
estudió la organización económica del estado Inca, como un caso
desarrollado y eficiente de despotismo comunal, anotando no solamente la
relación con las formas asiáticas, sino con las economías y estructuras de
poder africanas ashanti, ruanda, dahomey o yoruba y aun con
las hawaianas. Destaca por ejemplo el
descubrimiento del parecido entre la dopkwe dahomeiana y
la mita incaica
(aprovechada luego por los conquistadores españoles).
Maurice Godelier (1966), Jean
Chesneaux (1969) y Roger Bartra, se han encargado de
sistematizar los estudios de caso y la teoría al respecto, dentro del concepto
de modo de producción asiático, que para universalizar algunos han
llamado despotismo comunal. Hermes Tovar (1974) a partir del
estudio de la sociedad Muisca desarrolló para
determinadas formaciones sociales indígenas americanas el concepto
de modo de producción precolombino.
Sistematizadamente, este sistema económico,
contemporáneo del esclavismo europeo, consistía
en que un pueblo tenía que entregar un pago o tributo a su soberano o a un
pueblo conquistador, tributo que era comúnmente bienes agrícolas, y en algunos
casos menos comunes, materiales de construcción.
El trabajo y la responsabilidad eran colectivos. El
laboreo se hacía en tierras comunales, ya que la comunidad como un todo era la
que entregaba el tributo.
El modo de producción esclavista fue el
componente esencial de la formación
económico social de la civilización
greco-romana y lo que le proporcionó la base tanto de su
éxito como de su crisis. La historiografía materialista insiste en la originalidad de ese hecho y su trascendencia (Perry Anderson).
La esclavitud ya había existido en formas diferentes en las
civilizaciones del antiguo Oriente, pero siempre había sido una condición
jurídicamente impura, que con frecuencia tomaba la forma de servidumbre por
deudas o de trabajo forzado, entre otros tipos mixtos de servidumbre, y
formando sólo una categoría muy reducida en un continuo de dependencia y falta
de libertad que llegaba hasta muy arriba en la escala social. La esclavitud
nunca fue el tipo predominante de extracción de excedente, sino un
fenómeno que existía al margen de la principal mano de obra rural. Los imperios fluviales (Mesopotamia, Egipto), basados en una agricultura intensiva y de regadío que contrasta con
el cultivo de secano de la civilización mediterránea grecorromana, no fueron
economías esclavistas, y sus sistemas legales carecían de una concepción estrictamente
definida de la propiedad de bienes muebles.
Las grandes épocas clásicas: Grecia en
los siglos V y IV a. C. y Roma desde el II a. C. hasta
el II d. C. fueron
aquellas en las que la esclavitud fue masiva y general entre los otros sistemas
de trabajo. La decadencia de la esclavitud, en el Helenismo o en la
Roma de la crisis del siglo III, significó la decadencia de ambas culturas urbanas. El predominio de
la ciudad sobre el
campo se invierte cuando el modo de producción esclavista es sustituido por el
modo de producción feudal.
Grecia
Las polis griegas fueron las primeras en hacer de la esclavitud algo
absoluto en su forma y sobre todo dominante en su extensión, convirtiéndola en
un sistemático modo de producción. Eso no quiere decir que el mundo griego clásico
se basara de forma exclusiva en la utilización del trabajo de esclavos:
los campesinos libres, arrendatarios y artesanos urbanos siempre
coexistieron con los esclavos; pero el modo de producción dominante, que rigió
la articulación de cada economía local y definió la civilización griega fue el esclavista.
Las estimaciones numéricas son poco fiables y varían enormemente. En
la Atenas de Pericles la
proporción esclavos/ciudadanos libres era quizá de 3 a 2. En otras polis (Quíos, Egina, Corinto) probablemente
más. Aristóteles daba por supuesto la necesidad de esclavos en abundancia y Jenofonte proponía
como proporción ideal 3 a 1. Lo verdaderamente importante es que por primera
vez los esclavos fueron utilizados de forma habitual en la artesanía, la industria y la agricultura en escala
superior a la utilización doméstica, propia de una concepción menos utilitaria
y más de ostentación.
Al tiempo que la esclavitud se hacía general, la naturaleza de la
esclavitud se hacía absoluta: ya no consistía en una forma relativa de servidumbre entre
otras muchas, a lo largo de un continuo gradual, sino en una condición extrema
de pérdida completa de libertad, que se
yuxtaponía a una libertad nueva y sin trabas. La libertad y la esclavitud
helénicas eran indivisibles: cada una de ellas era la condición estructural de
la otra, en un sistema diádico que no tuvo precedente ni equivalente en las
jerarquías sociales de los imperios del Oriente Próximo, que no conocieron ni
la noción de ciudadanía libre ni la de propiedad.
Roma
Las guerras interiores y exteriores a partir de finales del siglo III a. C. (guerras púnicas, guerra
social y guerra civil) pusieron bajo
el control de la oligarquía senatorial grandes territorios, de forma especial en el sur de Italia. Al mismo
tiempo acentuaron dramáticamente la decadencia del campesinado romano,
que en otros tiempos había constituido la sólida base de pequeños propietarios
de la pirámide social de la ciudad. La movilización sin fin agotó a los assidui,
llamados año tras año a la legión. Los que no
morían eran incapaces de conservar sus tierras, absorbidas por la nobleza
ecuestre y senatorial. Del año 200 al 167 a. C., el 10 % o más
de todos los hombres libres y adultos de Roma estuvieron alistados
permanentemente en el ejército. Este gigantesco esfuerzo militar sólo era
posible porque la economía civil en la que se apoyaba podía funcionar hasta ese
punto gracias al trabajo de los esclavos, que liberaba las correspondientes
reservas de mano de obra para los ejércitos de la República. A su vez las
guerras victoriosas proporcionaban más cautivos-esclavos para enviar a las
ciudades y las fincas de Italia.
El resultado final fue la aparición de unas propiedades agrarias,
los latifundios cultivadas por esclavos, de un tamaño hasta entonces desconocido.
Los mayores podían alanzar más de 80 000 hectáreas. Incluso siendo
dispersos, sus fincas individualizadas solían superar los 500 iugera (120
hectáreas) y no eran raros tamaños diez veces superiores. Aumentó la combinación
del cultivo de vid y olivo con el de los cereales, y la
superficie dedicada a la ganadería. La
comercialización estaba asegurada por las vías terrestres (calzada romana) y las rutas
marítimas de un Mediterráneo pacificado
que llevaban la producción a las ciudades, la mayor la propia Roma. A larga
distancia las grandes metrópolis de Oriente proporcionaban un comercio de lujo.
A finales de la República quizá el 90 % de los artesanos de Roma eran de origen
esclavo. Se calcula que en el 225 a. C. habría en Italia
4 400 000 personas libres frente a 600 000 esclavos. En el año
43 a. C. la población libre no habría crecido, mientras que los
esclavos serían 3 000 000 (cinco veces más que en la fecha anterior).
La crisis del modo de producción esclavista
La pax romana de Augusto y el Imperio no podía
significar el fin del expansionismo militar, pues si se acababa el mecanismo
antes descrito (conquistas que proporcionen esclavos, que sustituyan a
campesinos libres para que puedan convertirse en ciudadanos con obligaciones
militares que vayan a conquistar más esclavos) el sistema entero caería.
El siglo II, en que los
emperadores de la dinastía Antonina combaten eficazmente en una frontera cada vez mejor definida, ve
la última conquista de una provincia: la Dacia en tiempo de Trajano. La crisis del siglo III, con su correlato de invasiones, anarquía militar y crisis ideológica que conlleva la expansión y posterior triunfo del cristianismo es en lo
económico la crisis del modo de producción esclavista. Los latifundios empiezan
a ser cultivados por colonos semilibres,
y los esclavos escasean. No se reproducen fácilmente, no se adquieren por
conquista (los bárbaros están pasando a ser la fuerza principal del ejército romano), e
incluso son liberados, a veces por motivos piadosos, lo que no oculta el
interés que los propietarios tienen de convertirse en algo parecido a lo que
serán los señores feudales. Las reformas de Diocleciano salvan el Imperio un siglo más, pero empujan el sistema en un
sentido definitivamente feudal (los cargos públicos y oficios deben heredarse,
la presión fiscal hace opresiva la vida urbana). La ciudad decae, al igual que
la ciudadanía romana se extiende y deja de ser atractiva (Caracalla la había
concedido a todos los hombres libres). Ciudadanía y libertad son conceptos que
se han devaluado definitivamente. Cuando ser libre ya no signifique nada, nada
significará ser esclavo. Son otras relaciones de producción.
Existe un intenso debate entre historiadores respecto a
la cronología, las causas y las formas en que se produjo la transición entre el modo de producción esclavista y el
modo de producción feudal, o transición entre esclavismo y feudalismo. La posición más clásica del materialismo histórico, empezando por la
del propio Karl Marx, es situarlo en fechas tempranas, en la época de las invasiones bárbaras del siglo V; la historiografía materialista de mediados del siglo XX, como Perry Anderson, realiza una
inclusión más sofisticada en un proceso de transición secular identificable con toda la Antigüedad tardía en Europa Occidental (desde la crisis del siglo III hasta el
periodo postcarolingio –siglo IX–)2 y por otro lado
autores vinculados a la francesa Escuela de Annales como Georges Duby o Pierre Bonnassie, apoyados en
una ingente documentación, demuestran pervivencias fundamentales del esclavismo
en la Alta Edad Media, hasta el siglo XI, en medio de la
llamada revolución
feudal. Según este último autor el auge del esclavismo se
daría en el siglo VII.3
Las denominadas invasiones bárbaras, la caída del Imperio romano y el
pintor debilitamiento del Imperio carolingio frenaron la actividad económica hasta los comienzos del año 1000. Es en este momento todo se
derrumbó cuando se extienden las modernas técnicas agrícolas que, aún
existiendo anteriormente, habían quedado reducidas a escasos espacios
territoriales. Este proceso fue extraordinariamente lento, pero se intensificó
a partir del siglo XII con la mejora de las comunicaciones y los intercambios.
Entre los avances cabe destacar el aumento en el uso de los molinos de agua
como fuerza motriz que, por una parte, se extiende desde la Europa nórdica
hacia centro-Europa, y por otra, las aportaciones de los musulmanes en España desde el
sur de la Península Ibérica hasta Francia, las acequias
para riego, aumentando la productividad de los cultivos y
liberando mano de obra que podía especializarse. Además, mejoran los métodos de
anclaje de los animales, especialmente el caballo y el buey, introduciendo la collera rígida y el yugo sobre los cuernos. La
cría del ganado de tiro aumenta de manera notable y permitirá desplazamientos y
logística. También se cría el caballo de combate, que cambiará las prácticas de
la guerra en detrimento de la infantería tradicional.
Los instrumentos de uso agrícola, como el Arado o la azada, generalmente
de madera, son sustituidos por otros de hierro. Esto es especialmente útil en
el centro y norte de Europa, entre el Loira y el Rin, donde la tierra turba y muy húmeda era
difícil de trabajar. Ahora el arado penetra más, airea la tierra con mayor
facilidad y permite la obtención de cosechas en espacios antes baldíos.
Además, desde el norte de la actual Francia y el sur
de Alemania se
extiende un sistema de barbecho distinto
que posibilita la rotación de suelos cada dos de tres años mediante la quema de
rastrojos, en vez de uno de cada dos, y se abandona la práctica del cultivo
itinerante. Al mismo tiempo, las canalizaciones de agua facilitan el riego en
zonas como la Lombardía.
El aumento de la producción, como consecuencia de las innovaciones, supone
una reducción de las prestaciones personales de los siervos a sus señores en cuanto
a horas de trabajo, sustituyéndose por el pago de una cuantía económica o en
especie. Se reducen las tierras del señor y se extienden los arrendamientos. Al mismo
tiempo los campesinos, disponiendo de más tiempo para procurarse sus ingresos, incrementan
sus rentas y ganan independencia. En algunos lugares, solo son convocados a
trabajar para el señor en los periodos de laboreo con gran necesidad de mano de obra, como la siega.
El señor pasa de obtener trabajo gratuito, a recibir retribuciones en
especie, que él muchas veces elige, y plata u oro; lo cual provoca una mayor
acuñación de moneda y el fluir del comercio. Aparecen las
primeras grandes fortunas y los señores hacen ostentación de sus bienes, muchos
de ellos traídos de Oriente (entre otras, a través de la "ruta de la seda").
El Alto Clero comienza a disponer —a partir del siglo XI— de recursos
con los que edifica las iglesias, catedrales y palacios
episcopales.
Aumenta el número de tierras roturadas y comienza el periodo de
eliminación de los bosques europeos, drenaje de las tierras empantanadas,
extensión de los terrenos arados lejos de las aldeas y la construcción
dispersa de casas campesinas. Aunque no sea rápidamente, el tiempo va cambiando
el paisaje y las costumbres. Las tierras de pastos en las laderas más difíciles de arar y los terrenos de labranza en
el resto se hacen comunes en muchas zonas. Es el tiempo en el que se extiende
el cultivo de la vid, poco exigente con las tierras que han sido ganadas al bosque. Las
mejores zonas atraen a una mayor masa de población y se producen migraciones en todo el centro de Europa. El crecimiento de la población es
notable a partir de 1050, llegándose a duplicar la población de Inglaterra en 150 años, triplicándose hacia el final de la Edad Media. En el siglo XI
la hambruna ha
desaparecido. Este incremento se realiza a costa de una mayor tasa de natalidad, si bien
la de mortalidad se mantendrá más estable.
El crecimiento de las tierras labradas es obra en su mayor parte de los
campesinos y no tanto de los señores. Conforme estos se habitúan a recibir las
retribuciones en moneda o especie, van abandonando el deseo de acrecentar
los latifundios en beneficio de cederlos en arriendo. El señor controla muchas
veces la venta de materiales y aperos de labranza a sus campesinos, lo que le
garantiza un control importante sobre los siervos. Los campesinos exigirán, y
obtendrán muchas veces, la fijación de una retribución no arbitraria al señor,
que consistirá en una aportación fija y otras variables en función de los
resultados de las cosechas del año.1
A partir del siglo X los excedentes facilitan el comercio más allá de
las fronteras del señorío. Las actividades comerciales permiten que surja una
incipiente burguesía, los mercaderes, que en su origen eran campesinos que
aprovechaban los tiempos en los que no era necesario el trabajo de la tierra
para comerciar, y que deban realizar su trabajo pagando igualmente una parte de
sus beneficios en forma de tributos a los Señores. El lujo al que aspiran los
Señores con el incremento de las rentas favorece la aparición cada vez más
frecuente de artesanos. Las rutas de peregrinación son los nuevos caminos por
donde se abre el comercio. Roma, Jerusalén o Santiago de Compostela son los destinos, pero las comunidades situadas en sus vías de
acceso florecen ofreciendo hospedaje, comida y ropa.2
El capitalista es el que organiza la producción, que en su aspecto
técnico está determinada por un nivel de desarrollo económico propio de la
época industrial, en que el capital ha adquirido el predominio sobre la tierra, que era la fuerza productiva dominante
en los modos de producción anteriores (esclavismo y feudalismo). La clave de
la concepción marxista del capitalismo está en los conceptos de alienación (el hecho
de que el proceso y el producto del trabajo devienen ajenos al trabajador); y
de plusvalía, o sea, el valor incorporado por el trabajador asalariado al producto
que excede en el valor que representa el salario (teoría del
valor-trabajo). En esa diferencia de valor estriba para Marx
el beneficio del capitalista, puesto que es éste el que realiza el valor de lo
producido mediante la venta en el mercado, que genera
un precio que ha de
ser superior al costo de producción si es que la actividad económica ha sido exitosa.
Características
El modo de producción capitalista se caracteriza por la propiedad privada de
los medios de producción, la extracción de la plusvalía creada en
la producción por una clase de propietarios privados (referido como la
explotación), trabajo asalariado, y la distribución tanto de bienes de capital y de consumo bienes en
una economía principalmente basada en
el mercado (referida como la producción de mercancías).
Un "modo de producción" (en alemán: Produktionsweise) significa simplemente
"la forma distintiva de la producción", que podría definirse en
términos de la forma en que está socialmente organizado y qué tipo de
tecnologías y herramientas se utilizan. En el marco del modo de producción
capitalista
·
tanto las entradas y salidas de la producción son
principalmente de propiedad privada, los bienes y servicios adquiridos en el
mercado un precio.
·
la producción se lleva a cabo para el intercambio y
la circulación en el mercado, con el objetivo de obtener un ingreso neto se
benefician de ella.
·
los dueños de los medios de producción
(capitalistas) son la clase dominante (burguesía) que obtienen sus ingresos a partir del producto
excedente producido por los trabajadores y se han apropiado libremente por los
capitalistas.
·
Una característica definitoria del capitalismo es
la dependencia en el trabajo asalariado para un gran segmento de la población;
específicamente, la clase obrera (proletariado) no son propietarios de capital y tiene que vivir
con la venta de su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
La situación del trabajador
La apariencia libre del contrato entre capitalista y trabajador (que
según la teoría liberal habría de ser individual y sin interferencias de
negociación colectiva de sindicatos o legislación protectora del Estado) apenas
enmascara la presión a la que está sometido éste por la existencia de un ejército
industrial de reserva, que es como Marx denomina a los desempleados que
están dispuestos a sustituirle. No es original de Marx, sino de Ricardo y otros
pensadores liberales (Ferdinand Lassalle), la idea de que el funcionamiento libre del mercado somete a los salarios
a una ley de bronce que impide que asciendan más allá del límite de la subsistencia.
Los proletarios deben de cuidar ellos mismos de la reproducción de la fuerza de
trabajo o si no mueren con sus discípulos.
Las crisis capitalistas
La crítica marxista al capitalismo sostiene que este modo de producción contiene contradicciones inherentes que provocan las crisis cíclicas. Karl Marx, en su obra El Capital, fundamenta
esta opinión aduciendo que cada vez es más difícil para el capitalista
valorizar su capital. Las relaciones de competencia a las que está sujeto el
capitalista, obligan a éste a implementar de manera constante y creciente una
nueva y mejor maquinaria para incrementar la productividad del trabajo y, de
esta forma, vender sus mercancías a precio más bajo que sus competidores
directos. De este modo, disminuye el componente "trabajo vivo" (la
contratación de trabajadores) dando lugar a lo que Marx denomina "ejercito
industrial de reserva" es decir, una considerable parte de la clase obrera
que queda a la espera de un trabajo. Esta espera forzosa que impone el
capitalismo a la clase obrera, hace que este "ejercito industrial de
reserva" se convierta, por un lado, en una importante masa de pobres e
indigentes, y, por otro lado, en causa de la imposibilidad de que el salario
ascienda rápidamente (debido al excedente de oferta de fuerza de trabajo).
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